Render del testimonio del acusado

Ese no había sido un buen día para nada, había tenido unas tres desconexiones de la Neurocloud que me habían hecho perder parte del trabajo de la semana. Grabar dos veces le quita espontaneidad a mi negocio y eso hace que pierda dinero.

Para colmo, Tesla me había aumentado el precio de los servicios, por lo que el saldo semanal iba a darme negativo. Iba a tener que gastar ahorros para pasar una noche con La Mery. Ya estaba mal predispuesto.

Salí de mi casa pensando en que ese día no se me iba a parar el pito y que quizás debía comprar alguna pastilla o algo. En el último tiempo nos habíamos visto tan seguido que ya no me quedaban pastillas ni recetas médicas, así que tuve que recurrir al mercado negro.

Me fui camino a la calle General Paz, ahí donde comienza la separación histórica entre La Nueva Capital de La Confederación y el Neo-Conurba. Todavía era temprano, no iba a pasarme nada.

Los negros saben que de día no pueden hacerte nada.

Caminé varias cuadras, metiéndome entre algunos callejones, escuchando cacos que ofrecían drogas, putos que se ofrecían para chuparte la pija y entregar el culo; pero mi corazón estaba con La Mery, tenía que conseguir mis pastillas para garchar.

Y ahí fue que vi a ese tipo. Era blanco, cosa que me llamó mucho la atención. Tenía un par de cicatrices en la cara y una sonrisa con un brillo extraño. Sobre todo, tenía una mirada muy particular, como asertiva pero paranoica. Apenas vacilante pero decidida.

El tipo no me dio ninguna tranquilidad, no entendía bien de qué la iba pero dijo las palabras mágicas:

—¿Quiere algo para el pito, mi amigo? —me preguntó.

—Más vale pá —le dije.

—No tenés que hacerte el humilde acá —respondió mientras me estudiaba—. Podés hablar normal.