Render del testimonio del acusado

Estuvimos metidos en ese basurero algunas horas, me encontraba en un completo estado de shock.

Desde que comencé con la promoción de sueños ajenos y logré hacer buen dinero, empecé a sentirme distinto. La relativa fama y el éxito me hicieron sentir que la gente me quería y que yo era invencible. Pero no, lo cierto es que nada de eso era real. Ni los nuevos amigos, ni la estabilidad, ni mis sensaciones de seguridad. Lo más real que tenía eran los sueños ajenos.

Jamás había tenido una experiencia real en mi vida. Calculo que ninguno de los aquí presentes tampoco ha vivido algo que no sea meramente sintético. Todos somos de la misma parte de la ciudad. Nadie ha cruzado al Neo-Conurba. Yo tampoco lo había hecho, solamente había llegado hasta la periferia.

Sé que me ven como si fuese algo abyecto, y es porque ahora estoy con suciedad de verdad.

Todos se habían hecho la imagen del Chelo Pochón streamer e influencer pero ahora estoy con el pasado embarrado.

—¿Vas a ayudarme o no? —me dijo de nuevo. Ya estaba perdiendo su escasa paciencia. Debe haberme preguntado eso mismo unas treinta veces.

Cada vez que me preguntaba me golpeaba con el arma. Mi cara estaba hecha puré, estaba toda hinchada y ya casi no me quedaban dientes sanos en la parte delantera de la boca, pero no podía hacer nada más que llorar.

El tipo se dio por vencido, ya estaba cansado. Nuevamente puso el arma contra mi frente, amartilló y dijo “qué desperdicio de tiempo”.

Cerré los ojos y me di por muerto, pero no sucedió nada.

Esperé un momento.

Y nada.

Ni siquiera el sonido de los pasos sobre la basura o su respiración.

Tragué saliva y me animé a mirar. El tipo se había quedado paralizado, parecía una estatua. La cara se le había desfigurado, ahora tenía un rictus que iba desde la comisura de su boca hasta el cuello y el hombro.

Yo había visto esto en algún lado, me remitió directo al sueño de un residente de medicina. Sus sueños eran material perfecto para la sección de horror y gore.

En ese sueño estabas en una guardia durante la noche. Tus compañeros no estaban por ninguna parte. El hospital estaba completamente vacío y en penumbras.

Tenés que buscar un instrumentista para una cirugía pero no podés dar con nadie. A medida que caminás comenzás a sentir frío, hasta que te mirás los pies y notás que estás descalzo, desnudo para tu propia cirugía.

Al darte cuenta decidís voltearte para buscar ropa pero algo te tira del brazo, tenés una vía endovenosa conectada a un suero que está sostenido por uno de esos percheros metálicos con rueditas que se cae y termina golpeando contra el suelo.

La bolsa del suero era de vidrio —como a principios del siglo XX—, y se rompe en pedacitos. Luego mirás hacia adelante y ves al cirujano caminando con dificultad. Tiene ese mismo rictus, está sangrando por la nariz. Tiene unas tijeras clavadas en la mano pero no puede sacárselas. Parece como si tuviera daño cerebral.

Es el Neuralink que está funcionando mal.