Puede que esto los desoriente un poco.
Los que ya han visitado otros mundos saben más o menos de lo que hablo, mientras tanto, el resto que no ha tenido el coraje de atravesar el espacio en búsqueda de nuevas experiencias puede dejar su comentario y mandar sus dudas. Lo único que les pido a todos es que no se arme esa discusión aburrida entre los quietos y los inquietos.
No hay nada de malo en quedarse quieto. Yo soy de los inquietos, pero entiendo la otra perspectiva. Desde el punto de vista de ellos, muchos somos unos arriesgados irresponsables. Todos tenemos más de un caso en nuestras familias, algún miembro que fue a explorar y nunca volvió o lo hizo luego de millones de eones, habiéndose perdido entre galaxias y espaciotiempo en expansión. Cabe decir que el que crea tener el mapa multidimensional definitivo se miente a sí mismo.
Así que, dicho esto, quiero contarles algo muy particular que viví durante mi estadía en la Tierra. Pasé por muchas situaciones extravagantes, pero esta me dejó completamente marcado.
Hay un lugar llamado Neo-Argentina, donde viven un montón de criaturas llamadas Neo-Argentinos. Los hay de dos tipos: los implantados y los no implantados. Normalmente, los etéreos nos encontramos en las tierras de los implantados, que son las más ricas en campos electromagnéticos de baja intensidad, una delicia de sensaciones gratuitas para nosotros.
Muchos de ustedes conocen lo que es estar a una distancia prudente de una expulsión de masa coronaria o encontrarse justo a años luz de un púlsar, pero este lugar es muy distinto. Los humanos, a diferencia de otras especies, decidieron usar el espectro electromagnético para la transmisión de pensamientos. Usan satélites, antenas y otras estructuras para mandar señales, algunas modulando amplitud y frecuencia, otras en base a pulsos. Es una locura, no voy a negarlo.
Es común que los etéreos se reúnan alrededor de estas antenas de comunicación durante años terrestres enteros, flotando y bañándonos con toda esa sinfonía articulada de radiación.
Claro que no todos los etéreos tienen las mismas sensibilidades ni los mismos gustos a lo largo de su vida. A veces, las antenas pueden ser un poco intensas para muchos, y estos otros suelen encontrarse rondando los habitáculos de los humanos. Ahí, ellos tienen sus propias pequeñas antenas de bajo alcance conectadas a las redes principales. De la misma manera, estas emiten un hermoso cosquilleo, mucho más sutil y suave, pero también mucho más complejo.
Verán, hay algo que muchos podrían considerar un poco intrusivo y tabú, pero es totalmente inocuo para los terrícolas. Los llamamos “implantados” porque ellos se meten unos interesantes dispositivos dentro de sus cerebros. Ellos le llaman “El Neuralink”. Ese aparato tiene su propia antena y genera su propio campo alrededor del cráneo.
A diferencia de los Hyper-Rabinovich, que están hechos de silicio, los humanos están hechos principalmente de carne. La mayor parte del planeta vivo está hecha de algo que ellos mencionan como química orgánica y —no, anticipándome a lo que van a decir, sus pensamientos y acciones no están realizados por las inteligencias binarias o antenas—, efectivamente ellos son carne que piensa y hace.
Estas antenas se integran con la carne que fabrica sus pensamientos, haciendo que esas ondas producidas estén cargadas de patrones que no son más que las emociones y experiencias de la carne.
Estar en presencia de ellos y sentir las emisiones de esas antenas nos permite a nosotros, los etéreos, experimentar lo que es “la corporalidad”, con todo lo que eso implica.
No podría describirles qué significa esto sin faltarle el respeto a lo que esas experiencias son. Sé que nosotros tenemos la costumbre de considerar inferiores al resto de las especies materiales, pero esta en particular posee algo diferente.
Necesitarías diez millones de vidas humanas para igualar lo que para nosotros es el paso de la niñez a una relativa madurez. Así de cortas son sus existencias; sin embargo, a cada momento, entre parpadeo y parpadeo, ellos experimentan el más vasto flujo de sentires. El entramado mismo de la creación y el fin existe en cada uno de sus suspiros.
Cada estímulo que llega a sus sistemas nerviosos se multiplica en un infinito e indeterminado laberinto de impulsos electroquímicos que tienen un correlato en sus experiencias internas, que luego son expresadas al mundo mediante esas antenas.
Ellos hablan de tener “un alma” y piensan que se asemeja a lo que somos nosotros, pero nosotros solo somos una torpe y larga caricatura de lo que es un minúsculo instante de su mundo privado.
Ahora que tienen el contexto de lo que es la Tierra, déjenme contarles lo que pasó al conocer esta humana tan particular.