Recuerdo N° 8657.33KN

Son mexicanos, reconozco ese hedor a una milla de distancia.

Una milla es como el kilómetro Yankee. O algo así, es parecido. De todas maneras no lograrán atraparme.

Hijos de puta, quieren cazarme, animales sádicos.

Vienen con sus guitarras y caballos haciéndose pasar por buenas personas, pero hoy en día no puedo confiar en ellos.

No es racismo, es realidad: todos los mexicanos que conozco han querido matar a mi familia y también han querido matarme a mí.

Se camuflan, usan disfraces y hasta se hacen cirugías para poder pasar por chinos o japoneses, los únicos que todavía no han visto mi cráneo como un bonito centro de mesa.

Esto no significa que no me haya perseguido ningún oriental, puedo contar una veintena de orientales que han querido hacerme daño. Lo que pasa es que no puedo darme el lujo de detenerme para identificar su nacionalidad y procedencia, sería un suicidio.

Algún chino, estoy seguro que me persiguió un chino.

Hoy no se puede estar tranquilo en ningún lado, las políticas nacionales cambian permanentemente.

Cinco endemoniados mexicanos: dos son mariachis, hay un Pancho Villa, un Zorro y un Diego Rivera. Sé que puedo contra los mariachis, luego de tantos años uno aprende a lidiar con ellos. Solo es cuestión de retenerlos, separarlos unos veinte segundos.. podría atacarlos por sorpresa. Dios bendiga sus destrozados oídos.

El Pancho Villa tiene un problema con la bebida, recuerdo haberlo leído en algún lado. Ese pobre hombre moriría por un buen ron, quizás pueda distraerlo dentro del bar y luego apuñalarle el cuello, eso lo dejaría fuera.

El Zorro es decisivo, es condenadamente rápido, juro que nunca vi personas tan rápidas y silenciosas. Podrían violar a un boxeador y éste no lo habría notado. No se lo puede capturar ni golpear, es gallardamente veloz. La escopeta me brinda solo un disparo, si fallo puedo darme por muerto. Quizás desde el techo pueda dar un tiro certero.

Solo quedaría el Diego Rivera.

Diego Rivera, mi padre murió a manos de uno, dicen que son enviados por los grandes capitales, magnates y grandes mafiosos. Solo crecen en manada y son muy costosos. Adiestrar un Diego Rivera es una empresa millonaria.

Tengo que buscar alguna salida con él. Algo del almacén tiene que servirme. Quizás kerosene, múchisimo kerosene. Todos saben que ellos odian el fuego, les hace hervir la sangre.


Recuerdo N° 8658.25BG

Maldito diego rivera, debí suponer que un Diego Rivera sabe luchar con cuchillos, maldito mexicano.

No quería ingresar a este país, no es el lugar donde más me aprecian, pero tuve que ingresar lo mismo. Necesitábamos combustible y me informaron que en los demás países no había forma de conseguirlo.

Los hijos de puta me persiguieron toda la carretera, de haberme quedado seco un kilómetro antes ya estaría muerto. Eran dos guatemaltecos y seis beliceños, nunca vi a alguien correr así: tanta ira, tanto odio. Podía vérselo en los ojos, estaban sedientos de muerte.

Nos odian.

Recuerdo que de niño podíamos vivir tranquilos resguardados solamente de los argentinos. El exilio supo ser la solución, pero ahora la guerra ya está empezada.

Por suerte somos una familia grande y comunicada. Todavía recuerdo cuando entre primos contábamos sobre nuestras primeras bombas.


Recuerdo N° 8965.58EQ

Querida Lucía, estas son mis memorias y testamento.

Es probable que luego de esta última partida, jamás volvamos a vernos. Debo llevarme el camión cisterna y llenarlo de aguarrás.

Tendré que visitar muchas ferreterías y pinturerías, están muy bien vigiladas.

La OTAN sabe lo que hacemos, nos están esperando.

Querida, quiero que sepas que lo hago por el pueblo. Los ancianos, hombres de familia, mujeres y niños; ellos me lo imploran, somos su única salvación. Yo mismo he visto familias congregadas para llorar las muertes de sus primogénitos. Todo por la falta de tan preciado liquido.

Las guerras que se avecinaban ya están aquí, no volveré con los demás, ellos saben quién empezó todo. Lo que no saben es que mi muerte iniciara una nueva ola de rebeldía.

Te escribo estas líneas para decirte que no pierdas nunca la fe.

A ti y a las niñas les dejo todos mis libros y dinero, todos mis bienes materiales.

Los repartirán equitativamente.

Los trofeos de batallas, esos puedes donarlos al centro de ancianos.

Recordarán dar de comer a Wilson y a mi perro.

Te amo, voy a extrañarte.

Hasta que volvamos a encontrarnos.

Diles a las niñas que las amo y que no estaré para verlos crecer.

Ojalá la guerra termine pronto, eealmente lo deseo.

Mientras tanto: “viva la revolución”.

Nuestra revolución.